No mereces de mi alma
un suspiro
ni siquiera una lágrima
en mis ojos,
sin embargo, a merced
de tus antojos
va el espejo de agua en
que me miro.
Me susurran las lágrimas del sauce,
muy lejos de tu
influjo, en el remanso,
su sombra es caricia en
mi descanso
que aletarga el fluido
de tu cauce.
Anulas mis reflejos
cristalinos,
aunque firme mi lecho
en sus vaguadas
va inventando sosiegos
anodinos.
Y tú me precipitas por
cascadas
que convierten mi agua
en remolinos
y me alzas en espumas
irisadas.
Teresa Sanchez Martín
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