Cuando salí de ti, a mí mismo
me prometí que
volvería.
Y he vuelto. Quiebro
con mis piernas
tu serena cristalería.
Es como ahondar en los
principios,
como embriagarse con la
vida,
como sentir crecer muy
hondo
un árbol de hojas
amarillas
y enloquecer con el
sabor
de sus frutas más
encendidas.
Como sentirse con las
manos
en flor, palpando la
alegría.
Como escuchar el grave
acorde
de la resaca y de la
brisa.
Cuando salí de ti, a
mí mismo
me prometí que
volvería.
Era en otoño, y en
otoño
llego, otra vez, a tus
orillas.
(De entre tus ondas el
otoño
nace más bello cada
día).
Y ahora que yo pensaba
en ti
constantemente, que
creía...
(Las montañas que te
rodean
tienen hogueras
encendidas).
Y ahora que yo quería
hablarte,
saturarme de tu
alegría...
(Eres un pájaro de
niebla
que picotea mis
mejillas).
Y ahora que yo quería
darte
toda mi sangre, que
quería...
(!Qué bello, mar,
morir en ti
cuando no pueda con mi
vida).
José Hierro
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