Caen
visillos sobre el escapulario de la luna.
En
el pórtico del horizonte,
reclinada
se abrasa.
Ave,
purísima aurora
que
alza en sus brazos el sol infante.
Entre
los dedos, un rosario lácteo se desliza,
jaculatoria
de estrellas,
padre
nuestro cósmico.
Salve,
Salve, blancura virginal.
Letanía
de cirios
en
el altar del templo nocturno e infinito
incendia
mi pecho penitente.
En
tu credo sumerjo mi verso,
en
mi boca el salmo.
Custodia
que acoges la luz de la vida
bajo
el palio cristalino de esta noche.
Caminas,
Gaia, como novia hacia el altar.
Tu
velo se vierte en mis pupilas,
tu
velo me desvela,
tu
agua bendita me infunde el bautismo,
me
baña en el río sagrado,
de
gracia me viste.
Sea
así. Amén.
Teresa Sanchez Martín
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