Algunos
pueblos descubren el alma de la piedra.
Sólo así, y no por sus lágrimas y su sangre,
es posible comprender cuanto construyen:
muros inexpugnables, cámaras secretas
excepto para el olvido, la rapacidad del tiempo.
Otros dominan el espíritu de los metales,
pero qué puede el bronce más puro
contra el lento transcurso de los días,
la intangible materia que acaba
desplomándose al cabo de los siglos
y destruye un imperio.
Más sabios, sin duda, son aquellos que llegan
a aprender el secreto del agua,
desde el lejano manantial la conducen
hasta lo más íntimo: la vida es entonces
el contrapunto de su murmullo inextinguible.
Sólo así, y no por sus lágrimas y su sangre,
es posible comprender cuanto construyen:
muros inexpugnables, cámaras secretas
excepto para el olvido, la rapacidad del tiempo.
Otros dominan el espíritu de los metales,
pero qué puede el bronce más puro
contra el lento transcurso de los días,
la intangible materia que acaba
desplomándose al cabo de los siglos
y destruye un imperio.
Más sabios, sin duda, son aquellos que llegan
a aprender el secreto del agua,
desde el lejano manantial la conducen
hasta lo más íntimo: la vida es entonces
el contrapunto de su murmullo inextinguible.
Aureliano
Cañadas
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