Estoy aprendiendo a derramar el café
con terrones de andenes amargos,
a escarchar abrazos de despedida
para no ser vulnerable a un mañana ausente.
con terrones de andenes amargos,
a escarchar abrazos de despedida
para no ser vulnerable a un mañana ausente.
Si no fuese hoy mi adiós robaría
horas
al sueño atrasado, a la tabla de planchar,
al dogma del periódico,
al arado de tantos días infértiles,
para compartir una mesa donde vaciar brindis
con vuestra cristalería de laurel. Arañar versos
entre bocanadas de risa verde.
Barajar, con manos húmedas, fotografías
en extintas playas del sur;
mientras notamos en nuestro interior
cómo aguijonean con zarpazos de nostalgia
los desnudos incandescentes que vestimos aquel verano.
Pero ahora, el silbato de la estación
inyecta de frío mis labios
y es mejor no mirarnos a los ojos
para evitar grabar un instante
que envenene tanta savia compartida.
Adrián
Ballester Cerezo
No hay comentarios:
Publicar un comentario